Hay películas que se convierten en sucesos, instantes en los que la pantalla nos posee y nos transforma. Sumergidos en el silencio, y obscuridad, quedamos en espera de lo que haya de suceder.
Es así como de la nada entramos a la experiencia onírica que es Moonage Daydream, el documental sobre la vida de uno de los más grandes artistas de la historia, David Bowie.
Los sonidos habituales del entorno se opacan ante el estruendo que da inicio a este documental, que en muy pocas ocasiones brinda silencios, que convierte las pausas en momentos para escuchar con mayor claridad la voz en off que nos guía a lo largo de las dos horas veinte que dura la cinta.
La revuelta de los sentidos no solo es auditiva, porque Bowie nunca fue solo música, es/era teatralidad, es/era una puesta en escena llena de colores de todo tipo, con imágenes que no cuentan una historia lineal, pero que narran las etapas de una vida llena de altos y bajos, de curiosidad por la exploración.
Este documental es estruendoso, demasiado musical, confuso, absorbente y estresante, pero a su vez es contundente, introspectivo en cuanto al desarrollo creativo de Bowie, intimo con respecto a su vida familiar y la repercusión de esto en su obra.
A lo largo de este documental podemos notar los cambios en sus procesos creativos, las modificaciones en su estilo de vida y el desarrollo personal del mismo, las distintas necesidades discursivas y el ocaso de un hombre que no dejó de crear a la vez que desafiaba lo establecido.
El sueño termina de golpe, dejando a quien lo observa lleno de confusión, pero con ganas de volver a ese sueño que está cerca de ser una pesadilla.
Por lo pronto está cinta sólo puede verse en la cineteca y no es clara la plataforma en la que se podrá ver, pero es algo que los fans de David Bowie no deben perderse.
